De formación técnica y mente inquieta, me muevo entre dos mundos: lo tecnológico y lo artesanal.

Trabajo cada día rodeada de innovación, industrialización e inteligencia artificial, pero sigo encontrando mi verdadera inspiración en la belleza de lo hecho a mano: en los trazos únicos, las texturas imperfectas y las huellas personales que ninguna máquina puede reproducir. Por eso admiro el detalle y la autenticidad de las obras que nacen de las manos humanas, porque en su aparente imperfección reside precisamente su carácter irrepetible y lleno de vida. 

Esa misma filosofía guía también mi propia manera de crear. Siempre me preguntan si tengo clara la idea antes de pintar un cuadro, y la respuesta es no. Nunca sé cómo va a ser; solo me dejo llevar y disfruto del proceso hasta que sé que está terminado. 


María Eugenia.